Mucho se discute y dice en nuestro país acerca de que somos
personalistas. Y es cierto, nuestra forma de organización política siempre (al
menos desde la Constitución de 1853), siempre ha sido así. Buscamos liderazgos
personalistas, siempre.
Quienes sustentan en nuestro país una postura favorable al
parlamentarismo sostienen que este sistema de gobierno es más democrático, más
proclive al debate y menos propenso al personalismo, la concentración de poder
y el autoritarismo; lo cual no es cierto. Probablemente quienes lo digan hablen
desde el desconocimiento de los sistemas parlamentarios del resto del mundo.
Intentaré no ser demasiado tedioso para explicar que los sistemas
parlamentarios no inhiben la posibilidad de edificar sistemas personalistas; y
que incluso muchas veces tienen más componentes personalistas que nuestros
presidencialismos.
En primer lugar existe una fantasía acerca de que el Poder de mayor importancia en los
parlamentarismos es el Legislativo. Esto es erróneo. El poder principal sigue
siendo el poder ejecutivo, que se encuentra en manos de un Primer Ministro
elegido por el Parlamento. Es decir, la única diferencia en este sentido sería
que la figura clave del gobierno deja de ser directamente elegida por el pueblo
para pasar a ser elegida indirectamente por los miembros del Poder Legislativo.
En segundo lugar, el Primer Ministro suele ser en todos los sistemas
parlamentarios el líder del partido político más votado. Se supone que ha llegado
a esa posición tras haber ganado las elecciones de liderazgo de su partido y
luego, al ganar las elecciones se transforma en el titular del Poder Ejecutivo.
Esto quiere decir que no se elimina esa “doble función” entendida como
peligrosa por algunos cronistas que supondría la posesión de 2 cargos como ser
la máxima autoridad política del país y además ser el líder de un partido.
El Primer Ministro conservador de Canadá, Stephen Harper habla en la Conferencia de su partido, en su calidad de líder del mismo.
En tercer lugar, los grupos parlamentarios (los bloques del congreso)
suelen ser monolíticos respecto de que todos los miembros del bloque votan al
Primer Ministro que propone ese partido y absolutamente todos, salvo
circunstancias muy excepcionales apoyarán las iniciativas del gobierno. Es
impensable en un sistema parlamentario lo que ha ocurrido aquí en reiteradas
ocasiones de los famosos cambios de bando de Diputados y Senadores o inclusive
como ocurrió en 2008, a lo largo del conflicto agropecuario, cuando el
oficialismo perdió la mayoría no en una elección sino gracias al pasaje de
varios de sus diputados a la oposición.
No conozco además ningún sistema parlamentario en el mundo que limite la
duración del cargo de Primer Ministro. Por lo tanto, se abriría la puerta en el
caso de adoptar este sistema de posibilitar la reelección indefinida; ya que un
Miembro del Parlamento (que no tiene límites de reelección) puede ser elegido
Primer Ministro todas las veces que quiera siempre y cuando su partido mantenga
la mayoría de la cámara.
En numerosos países del mundo, incluyendo muchos de probada calidad
democrática, los Primeros Ministros han desempeñado el cargo por períodos muy
prolongados de tiempo, mucho más prolongados que los de nuestros presidentes.
Por poner ejemplos, Felipe
González, quien fue Presidente del Gobierno de España estuvo en el cargo
durante 14 años; Margaret Thatcher,
quien fue Primera Ministra de Gran Bretaña durante 11 años; Tony Blair, quien ocupó el mismo cargo
por 10 años. Pierre Trudeau, Primer
Ministro de Canadá, ocupó ese cargo 15 años. Pero sin dudas, los laureles se
los lleva el Primer Ministro sueco Tage
Erlander, quien ocupó el cargo de forma ininterrumpida entre 1946 y 1969,
haciendo un total de 23 años. Un
poco por debajo, pero con mandatos interrumpidos y dispersos se ubica el
liberal canadiense Mackenzie King,
22 años en el cargo.
Erlander fue 23 años Primer Ministro de Suecia
En nuestro país los records se ubican bastante por debajo de aquellos y
cabe preguntarse si realmente el parlamentarismo sería una limitación para la concentración de poder o la mantención del
cargo.
Como señalaba anteriormente, para que un sistema parlamentario funcione
debe haber sólidos bloques políticos y sólidos partidos, ideológicamente
coherentes y con sus miembros consustanciados con un proyecto político. Hoy en
nuestro país carecemos de estas características: la oposición es diversa y
dispersa y el oficialismo es volátil porque la amalgama de sectores diferentes
está en relación a las figuras centrales del proyecto político. En caso de
carecer de esa figura, el bloque se disuelve absolutamente.
Si Argentina tuviera hoy un sistema parlamentario sería altamente
volátil, porque cualquier política coyuntural (como ocurrió en 2008) podría
ocasionar el prematuro final de un gobierno a través de una Moción de
Confianza. En los sistemas parlamentarios los gobiernos no tienen términos
fijos, de modo que un Congreso en contra podría significar directamente la caída
del gobierno (si es que la oposición acuerda para crear uno nuevo).
Por último, adoptar el sistema requeriría modificar la estructura
eleccionaria de nuestro país. Hasta donde tengo entendido, en todos los
sistemas parlamentarios el Congreso se renueva por la totalidad de sus bancas,
no por tercios o mitades como estamos acostumbrados aquí. Esto se debe a que
tener elecciones cada 2 años significaría potencialmente que cada gobierno
durase solamente esos 2 años y no más, lo que daría una gran inestabilidad al
sistema. Por ello, siempre en todo sistema parlamentario, las elecciones son
cada 4 años, con el objetivo de crear un mínimo horizonte de previsibilidad.
En la próxima entrada abordaré una crisis parlamentaria específica y
analizaré qué lecciones podemos sacar de ella.
1 comentario:
Tienes mucha razón, pero yo apuntaría solo un par de matices, al fin y al cabo vengo de un pais parlamentario.
Los Primeros Ministros no tienen tantas atribuciones como los presidentes en América, siempre tienen que pasar por el parlamento y, aunque tienes razón cuando dices que son jefes de sus sólidos grupos parlamentarios, algunas leyes han de ser aprobadas por mayorías reforzadas que le obliga a pactar. Solo un apunte mas: si creo que favorece mas e debate, porque aunque sea solo una formalidad, acudir al parlamento supone someter a debate una cuestión, con el consiguiente desgaste del (muchas veces fuerte) partido de gobierno. Existe una tribuna notifico al desde donde ejercer la oposición y no solo en mítines.
Una entrada muy buena
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