Guido Muttarelli
Lo que está en mi cabeza
miércoles, 28 de marzo de 2012
Los Problemas del Parlamentarismo: Una mirada a la Crisis Canadiense (2008 – 2009)
viernes, 16 de marzo de 2012
Presidencialismo vs. Parlamentarismo II: El personalismo
viernes, 10 de febrero de 2012
5 años de Transantiago
Agradecimientos a Ariel Cruz Pizarro y Hans Hermosilla por las imágenes
sábado, 10 de septiembre de 2011
Presidencialismo vs. Parlamentarismo I
Lo interesante en esta oportunidad es que la reforma en cuestión que el gobierno estaría estudiando, cambiaría sustancialmente –en el caso de concretarse- el panorama político nacional. Se trataría por primera vez en la historia argentina del abandono del sistema presidencialista (Presidente como Jefe de Estado y Jefe de Gobierno) a un sistema parlamentario, con un Presidente como Jefe de Estado y un Primer Ministro como Jefe de Gobierno.
El sueño parlamentario no es algo nuevo para la opinión pública, ni para el periodismo ni para la clase política. Tiene su anclaje en una concepción (a mi manera de ver, errónea) de que el Parlamentarismo favorece una mayor tolerancia, pluralismo, respeto y demás virtudes republicanas. Bastaría que algunos de los caballeros que impulsan estas ideas se informen acerca de los sistemas parlamentarios alrededor del mundo para comprobar que estos no son nada extraordinario y que inclusive, cuentan con vicios similares a los sistemas presidencialistas. La concepción de que el presidencialismo es autoritario y el parlamentarismo es pluralista es a todas luces ridícula. Quienes han vivido una porción importante de su vida bajo regímenes autoritarios aun tienen en su mente la imagen de que la Casa Rosada es la sede de los presidentes, autoritarios y antidemocráticos que hacen lo que se les antoja y el Congreso como el hogar de la democracia, donde todo se somete a discusión en un ámbito de respeto y sana convivencia democrática. En la práctica podríamos decir que esto no es tan así: el Poder Ejecutivo es tan democrático como el Legislativo. Ambos son por elección popular directa, ambos se renuevan, tienen periodicidad, etc.
En la Primavera Democrática de 1983, Raúl Alfonsín encaró proyectos de gran envergadura que desembocarían en la Segunda República Argentina. Los cambios eran: Nueva capital, nueva constitución, nueva forma de gobierno e inclusive un nuevo sistema de partidos políticos. En este sentido, podemos ubicar aquí el nacimiento de tantos proyectos refundadores de la nación que han circulado desde el retorno a la democracia. Con el objetivo de analizar la factibilidad de la concreción de estos proyectos, Alfonsín convocó al Consejo para la Consolidación de la Democracia, que emitió unos documentos donde analizaba las posibilidades, perspectivas o posibles cambios que debían introducirse en la nueva Constitución. Uno de ellos era, en efecto la creación de un sistema semiparlamentario, similar al modelo que utiliza hoy Francia. La idea, en general era que el Presidente compartiera o delegara ciertas atribuciones de gobierno en un Primer Ministro, que debería tener más vínculos con el Congreso y, desde luego, un control más efectivo del Congreso sobre las acciones de gobierno.
Lo problemático de la segunda mitad del gobierno de Alfonsín demoró los planes de reforma constitucional y sepultó absolutamente los sueños refundatorios de la Segunda República, que nunca existió. Sin embargo la idea de reforma parecía instalada como una necesidad en la clase política, que en 1994 selló el acuerdo conocido como Pacto de Olivos, entre el Presidente Carlos Menem (PJ) y el Líder de la Oposición, Raúl Alfonsín (UCR). En la Reforma de 1994, la figura de articulación ejecutivo-legislativa (el “Primer Ministro” del que estamos hablando) fue sustancialmente reformada. Se abandonó la pretensión de un sistema semiparlamentario, manteniéndose el Presidencialismo pero acortando la duración del mandato presidencial. En tanto el “Primer Ministro” se transformó en el Jefe de Gabinete de Ministros (JGM), que no es otra cosa que un Ministro designado por el Presidente, que tiene algunas atribuciones que lo colocan por sobre los demás ministros (puede presidir las reuniones de gabinete, pero solo ante ausencia del Presidente) y además debe concurrir obligatoriamente una vez por mes al Congreso Nacional para informar sobre la marcha del gobierno (Este último punto se cumple de manera muy relajada, asistiendo el JGM una vez cada 2 o 3 meses al Congreso). Desde 1994 a la Fecha, los JGM no se han caracterizado por su larga duración al frente de sus cargos.
El más longevo ha sido sin dudas Alberto Fernández, que fue Jefe de Gabinete bajo Néstor Kirchner y Cristina Fernández, hasta su desplazamiento en Julio de 2008. Un punto interesante de ver, para marcar diferencias con primeros ministros de otros países es que el desplazamiento de un JGM no significa la renuncia de todo el gabinete, ni de una parte del mismo. El JGM no interviene de manera alguna en la formación del Gabinete. Tal atribución permanece reservada al Presidente de la Nación, quien en vista de esto, no ha delegado prácticamente ninguna de sus funciones en el JGM. En resumen, podría decirse que la intención inicial del pasaje a un régimen parlamentario o de atenuación del Presidencialismo ha resultado en un rotundo fracaso. En futuras entradas abordaré la cuestión sobre si verdaderamente representa el Parlamentarismo una disminución del personalismo político.
sábado, 30 de julio de 2011
Acerca de Chile
lunes, 18 de julio de 2011
Representatividad de los Partidos Políticos: Una mirada a la crisis argentina (2001 - 2003)
¿Qué sucede cuando una sociedad siente que sus partidos políticos no la representan? Argentina vivió hace casi 10 años una crisis que descolocó a la clase política y a los partidos tradicionales, de la que los mismos no pueden recuperarse pese al paso del tiempo.
En el año 1999, finalizando el siglo, Fernando de la Rúa (UCR) fue elegido Presidente de la Nación por una amplia mayoría. Su candidatura era apoyada por una amplia coalición de partidos, mayoritariamente de centroizquierda. La coalición en cuestión fue popularmente conocida como Alianza, siendo su nombre oficial Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación y agrupaba a la Unión Cívica Radical (centro/socio liberal), uno de los partidos mayoritarios, el FREPASO (Frente País Solidario) (Peronistas de Centroizquierda, opuestos a las políticas neoliberales de Menem), el Partido Socialista y otros menores. El común denominador de esta alianza y de todos sus votantes era el rechazo a las políticas neoliberales de Carlos Menem, que comenzaban a mostrar sus primeros efectos nocivos, tras una breve prosperidad.
Así planteada, la sociedad esperaba del nuevo gobierno que corrigiera las malas políticas de Menem, redujera la desocupación y combatiera la corrupción que, según la percepción ciudadana había sido el sello del menemismo. Con el paso de los meses, se comprobó que el nuevo gobierno no venía a cambiar la situación sino que repetiría en lo esencial al menemismo, con otro discurso. En 2000 el gobierno propuso al Congreso la aprobación de una ley de Reforma Laboral, que flexibilizaba aun más el mercado de aquel entonces. Para no enfrentar una derrota política, la Alianza recurrió a sobornar (sí, leyó bien, Sobornar) a Diputados y Senadores de la Oposición. El caso fue popularmente conocido como Banelco, por ser ese el nombre de una red de cajeros automáticos presente en nuestro país. Al destaparse el escándalo, el vicepresidente Carlos Álvarez, del FREPASO, renunció a su cargo, quebrando la coalición de gobierno pese a que algunos frepasistas se mantuvieron en el gobierno. De esta manera, el gobierno que había llegado para combatir la corrupción se transformó en un gobierno alevosamente corrupto.
Sumada a esta pérdida de credibilidad, la economía empeoraba cada día: De la Rúa cambió de Ministro de Economía, instalando a Ricardo López Murphy, de ideas liberales, que recortó beneficios sociales, provocando la reacción popular que ocasionó su renuncia 15 días después. Como último recurso, ya en 2001, el presidente designó Ministro de Economía a Domingo Cavallo, un ultraliberal que había sido el arquitecto del neoliberalismo en la Argentina, también ministro durante la Presidencia de Carlos Menem y Presidente del Banco Central durante la Dictadura Militar. De manera que intentaba solucionar el conflicto poniendo a cargo al creador del mismo. Este acto terminó por minar definitivamente la credibilidad del gobierno, y lejos de aportar una solución, la empeoró.
La oposición de los sindicatos se hizo más fuerte a partir de la reducción de salarios en la administración pública, específicamente se trataba de una quita del 13% del salario mensual. Esta medida fue tomada para reducir el déficit fiscal, que también fue “combatido” tomando más y más créditos del Fondo Monetario Internacional. La coalición de gobierno se desmembró: la Unión Cívica Radical, principal sostén del gobierno se fragmentó, formándose ARI (Alternativa por una República de Iguales), una fracción de centroizquierda del radicalismo, con fuerte discurso anticorrupción y anti neoliberal. En las elecciones parlamentarias de 2001, el gobierno perdió el control de las cámaras, obteniendo el PJ (Partido Justicialista, Peronismo) la mayoría de las mismas.
El detonante final de la crisis fue el congelamiento de los depósitos bancarios, que enfureció a los pequeños ahorristas de la Clase Media, que se sumaron a la efervescencia social que reinaba en aquel diciembre de 2001. Las revueltas en Plaza de Mayo y el centro, la represión policial y la declaración del Estado de Sitio (Suspensión de garantías constitucionales ante conmoción interior) sellaron el destino del gobierno. Tras fracasar una negociación con el PJ para constituir un gobierno de unidad nacional, Fernando de la Rúa puso fin a su presidencia, a 2 años y 10 días de asumir. El sistema político explotó. Las masivas protestas ciudadanas tenían solo un lema: “Que se vayan todos”, muestra del hastío que provocaba la falta de alternativas dentro de la clase política.
Dados los mecanismos de acefalia presidencial en Argentina, ante renuncia del Presidente debe asumir el Vicepresidente, pero debido a que este había renunciado anteriormente, debía asumir la Presidencia en forma provisional (48 hs.) el Presidente provisional del Senado, Sen. Ramón Puerta (PJ), quien convocó a la Asamblea Legislativa del 23 de diciembre, la cual debía investir un nuevo presidente que completara el mandato de Fernando de la Rúa.
Por mayoría de los miembros presentes, Adolfo Rodríguez Saá fue electo Presidente de la Nación. Su mandato debía durar hasta el 10 de diciembre de 2003, pero la falta de apoyos políticos y la convulsión social, provocaron su caída a tan solo 7 días de asumir el gobierno. Nuevamente se procedió al reemplazo presidencial, siendo elegido presidente provisional el presidente de la Cámara de Diputados, Dip. Eduardo Camaño, quien convocó a una nueva Asamblea Legislativa, para el día 1° de Enero de 2002. Esa asamblea designó al Sen. Eduardo Duhalde como Presidente de la Nación, otorgándole la confianza para solucionar la crisis. Pocos días después el nuevo gobierno ponía fin a la Convertibilidad (Paridad entre el peso y el dólar, equivalentes en 1 ARS=1 USD), abriendo el largo camino para la solución del problema económico. No obstante, la tensión social de mantuvo y era perceptible en las calles, con numerosos piquetes en las calles. Para tener una idea, en Octubre de 2002, el 57,5% de la población era pobre.
La represión policial en los sucesos de Puente Pueyrredón (Avellaneda) durante el invierno de 2002 provocó que Duhalde convocase a elecciones adelantadas para el 27 de abril de 2003. En esas elecciones hubo multiplicidad de candidatos: el Partido Justicialista se fragmentó, presentando 3 candidaturas alternativas y disimiles entre sí: Carlos Menem, aliado a los liberales y conservadores, Néstor Kirchner, prácticamente desconocido y Adolfo Rodríguez Saá, ex presidente durante 7 días en 2001. Asimismo la Unión Cívica Radical tuvo 3 fórmulas presidenciales: Elisa Carrió (ARI), congregaba a radicales descontentos y progresistas de diversa extracción; Ricardo López Murphy, ex ministro de Economía durante De la Rúa (14 días) y Leopoldo Moreau, de línea tradicionalista radical, que obtuvo porcentajes despreciables.
Ninguno de los candidatos alcanzó el porcentaje requerido para proclamarse victorioso, pero por esas curiosidades de las sociedades, quien obtuvo la mayor cantidad de votos fue el ex presidente Carlos Menem, a quien amplias capas de la población sindicaban como el responsable de la prolongada crisis argentina. El porcentaje obtenido por Menem no evitaba que se enfrentase en Segunda Vuelta con quien le seguía en votos, Néstor Kirchner. Aunque ambos de extracción peronista, tenían proyectos políticos diferentes. Menem proponía un Estado Neoliberal y Kirchner una transformación gradual en Estado de Bienestar. La segunda vuelta jamás se realizó, pues Menem rehusó su participación debido a que, según las encuestas hubiera perdido por el 80% de los votos, dado el alto nivel de rechazo que provocaba.
Durante los siguientes meses de gobierno, Kirchner intentará reconstituir la autoridad presidencial, muy desprestigiada y corregir los desequilibrios económicos. El esquema partidario se comenzará a reorganizar en torno al gobierno y al posicionamiento que los partidos tienen respecto a él. Lo que sí es claro es que los partidos tradicionales no llegaban a cubrir las expectativas de la población: la UCR, que había ganado las presidenciales de 1999 en coalición, obtenía solamente un 2,34%, apenas un poco más que la coalición Izquierda Unida que agrupaba a partidos trotskistas, acostumbrados a ser testimoniales.
Aun hoy, aunque recuperado, el Partido Justicialista y la UCR, dominantes en la segunda mitad del siglo XX siguen fracturados. En las elecciones de este año, al menos 3 fórmulas están identificadas con el Peronismo, en sus diversas vertientes. Signos mayores de recuperación da la UCR, aunque no puede evitar la necesidad de concretar alianzas para poder gobernar. Al menos 2 fórmulas están identificadas con los clásicos votantes radicales. Lo que queda claro es que la magnitud de la crisis política de 2001 fue demasiado importante como para ignorarla y quizás sirva para ilustrar qué es lo que sucede cuando una sociedad no tiene alternativas para elegir y toda la clase política mantiene lo esencial, independientemente de su signo político. Hacen falta liderazgos que estén dispuestos a jugársela por la gente y por las demandas ciudadanas, independientemente de los poderosos a los que deban enfrentar.
jueves, 23 de junio de 2011
Fotolog o el dolor de ya no ser
Podrá parecer trivial, pero yo no lo creo. En mi generación y en las que vendrán (qué duda cabe), las redes sociales constituyen un elemento muy importante. Hoy, todos aquellos que estamos alrededor de los 20 años vivimos la efervescencia del surgimiento de las redes sociales, las vimos elevarse, hacerse populares y por último quedar en el más absoluto olvido. Si pudiéramos establecer una línea de tiempo diríamos que la cosa fue Messenger > Fotolog >Flickr/Facebook> Twitter/Tumblr.
Llegamos a una época donde la mayoría de las redes sociales donde nos movíamos como peces en el agua han caído en desgracia, con la quizás honrosa excepción de Facebook que sigue siendo un sitio popular a fuerza de constantes cambios, tanto de forma como de fondo. Lo cierto es que quizás esta sea la herramienta comunicativa más completa de este tiempo (Texto, Fotos, Videos, Música, Compartir Enlaces, Chat, etc.). Eso es algo que las demás redes no tienen.
Quisiera detenerme a analizar un poco del fenómeno Fotolog, cuyo comienzo de popularidad podríamos ubicar en torno a 2005, alcanzando su apogeo durante 2007 y 2008 y cayendo en el más absoluto olvido en 2009. Hoy, en junio de 2011, nadie se acuerda de Fotolog. Algunos dirán: “Yo tuve uno”, otros callarán y otros ni siquiera se acuerdan la contraseña. ¿Qué era lo que tenía Fotolog que lo transformó en un sitio tan popular en aquel tiempo? ¿Y por qué cayó en desgracia?
Particularmente, el tiempo de Fotolog coincide casi plenamente con mi adolescencia media, entre los 14 y los 17 años, por lo que prácticamente todo lo sucedido en aquella época remite a la citada red social. Yo tuve un Fotolog, especializado en colectivos, por corto tiempo. Podría decirse que me uní a ese sitio cuando la cresta de la ola estaba tocando su punto máximo, a fines de 2008, y comenzaría su irrefrenable decadencia. Lo cierto es que yo estuve más tiempo siguiendo fotologs por fuera que por dentro. En aquel tiempo no demasiado lejano, yo no tenía computadora (tuve recién a partir de marzo de 2008) y tampoco tenía internet (a partir de septiembre de 2008), pero accedía de todas maneras, a través de pedir prestado en la casa de mi tía, donde me pasaba horas navegando en estos sitios, enganchados unos con otros a través de comentarios y favoritos.
Cada posteo era esperado con ansias, cada nueva foto era una ventana hacia lo desconocido. Y al no tener la posibilidad de acceder a internet desde casa, el carácter intrigante de todo esto aumentaba. Me la pasaba sacando fotos de aquellos sitios y aún tengo muchas de ellas guardadas. Cada foto era una pieza única y había que descubrirla, analizarla y luego guardarla para que jamás se perdiera. Cuando tuve la posibilidad de imitar aquello que veía, trataba de hacerlo con un celular con cámara. Más tarde llegaría la cámara digital, pero para entonces ya Fotolog estaba en Terapia Intensiva. Creo que esto sucedió porque surgieron herramientas más completas que el flog, porque la calidad de las fotos allí era realmente mala y por culpa del constante spam o firmas de gente que quería promocionar sus sitios sin relación alguna al posteo en cuestión.
Fotolog aún existe, pero está prácticamente muerto. Ya casi nadie lo usa, algunos tan solo lo actualizan para tanto para no verlo morir, o quizás por aquella cuestión de que “es algo tan grande que no puede morir”. Para mí significó mucho: fue la ventana a un mundo nuevo, a una nueva percepción de la realidad y fue un medio para redescubrir antiguos gustos y descubrir otros nuevos. A veces me pregunto si ese período abierto por estas experiencias, esta Urbanidad Latente, como me gusta llamarle; no habrá terminado o al menos dado paso a otro período. En todo caso, creo que tiene que ver con el Espíritu de Época que atravesamos y que nos atraviesa.
Tendría que ponerme a definir bien esos conceptos, pero será en otra oportunidad.