lunes, 18 de julio de 2011

Representatividad de los Partidos Políticos: Una mirada a la crisis argentina (2001 - 2003)

¿Qué sucede cuando una sociedad siente que sus partidos políticos no la representan? Argentina vivió hace casi 10 años una crisis que descolocó a la clase política y a los partidos tradicionales, de la que los mismos no pueden recuperarse pese al paso del tiempo.

En el año 1999, finalizando el siglo, Fernando de la Rúa (UCR) fue elegido Presidente de la Nación por una amplia mayoría. Su candidatura era apoyada por una amplia coalición de partidos, mayoritariamente de centroizquierda. La coalición en cuestión fue popularmente conocida como Alianza, siendo su nombre oficial Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación y agrupaba a la Unión Cívica Radical (centro/socio liberal), uno de los partidos mayoritarios, el FREPASO (Frente País Solidario) (Peronistas de Centroizquierda, opuestos a las políticas neoliberales de Menem), el Partido Socialista y otros menores. El común denominador de esta alianza y de todos sus votantes era el rechazo a las políticas neoliberales de Carlos Menem, que comenzaban a mostrar sus primeros efectos nocivos, tras una breve prosperidad.

Así planteada, la sociedad esperaba del nuevo gobierno que corrigiera las malas políticas de Menem, redujera la desocupación y combatiera la corrupción que, según la percepción ciudadana había sido el sello del menemismo. Con el paso de los meses, se comprobó que el nuevo gobierno no venía a cambiar la situación sino que repetiría en lo esencial al menemismo, con otro discurso. En 2000 el gobierno propuso al Congreso la aprobación de una ley de Reforma Laboral, que flexibilizaba aun más el mercado de aquel entonces. Para no enfrentar una derrota política, la Alianza recurrió a sobornar (sí, leyó bien, Sobornar) a Diputados y Senadores de la Oposición. El caso fue popularmente conocido como Banelco, por ser ese el nombre de una red de cajeros automáticos presente en nuestro país. Al destaparse el escándalo, el vicepresidente Carlos Álvarez, del FREPASO, renunció a su cargo, quebrando la coalición de gobierno pese a que algunos frepasistas se mantuvieron en el gobierno. De esta manera, el gobierno que había llegado para combatir la corrupción se transformó en un gobierno alevosamente corrupto.

Sumada a esta pérdida de credibilidad, la economía empeoraba cada día: De la Rúa cambió de Ministro de Economía, instalando a Ricardo López Murphy, de ideas liberales, que recortó beneficios sociales, provocando la reacción popular que ocasionó su renuncia 15 días después. Como último recurso, ya en 2001, el presidente designó Ministro de Economía a Domingo Cavallo, un ultraliberal que había sido el arquitecto del neoliberalismo en la Argentina, también ministro durante la Presidencia de Carlos Menem y Presidente del Banco Central durante la Dictadura Militar. De manera que intentaba solucionar el conflicto poniendo a cargo al creador del mismo. Este acto terminó por minar definitivamente la credibilidad del gobierno, y lejos de aportar una solución, la empeoró.

La oposición de los sindicatos se hizo más fuerte a partir de la reducción de salarios en la administración pública, específicamente se trataba de una quita del 13% del salario mensual. Esta medida fue tomada para reducir el déficit fiscal, que también fue “combatido” tomando más y más créditos del Fondo Monetario Internacional. La coalición de gobierno se desmembró: la Unión Cívica Radical, principal sostén del gobierno se fragmentó, formándose ARI (Alternativa por una República de Iguales), una fracción de centroizquierda del radicalismo, con fuerte discurso anticorrupción y anti neoliberal. En las elecciones parlamentarias de 2001, el gobierno perdió el control de las cámaras, obteniendo el PJ (Partido Justicialista, Peronismo) la mayoría de las mismas.

El detonante final de la crisis fue el congelamiento de los depósitos bancarios, que enfureció a los pequeños ahorristas de la Clase Media, que se sumaron a la efervescencia social que reinaba en aquel diciembre de 2001. Las revueltas en Plaza de Mayo y el centro, la represión policial y la declaración del Estado de Sitio (Suspensión de garantías constitucionales ante conmoción interior) sellaron el destino del gobierno. Tras fracasar una negociación con el PJ para constituir un gobierno de unidad nacional, Fernando de la Rúa puso fin a su presidencia, a 2 años y 10 días de asumir. El sistema político explotó. Las masivas protestas ciudadanas tenían solo un lema: “Que se vayan todos”, muestra del hastío que provocaba la falta de alternativas dentro de la clase política.

Dados los mecanismos de acefalia presidencial en Argentina, ante renuncia del Presidente debe asumir el Vicepresidente, pero debido a que este había renunciado anteriormente, debía asumir la Presidencia en forma provisional (48 hs.) el Presidente provisional del Senado, Sen. Ramón Puerta (PJ), quien convocó a la Asamblea Legislativa del 23 de diciembre, la cual debía investir un nuevo presidente que completara el mandato de Fernando de la Rúa.

Por mayoría de los miembros presentes, Adolfo Rodríguez Saá fue electo Presidente de la Nación. Su mandato debía durar hasta el 10 de diciembre de 2003, pero la falta de apoyos políticos y la convulsión social, provocaron su caída a tan solo 7 días de asumir el gobierno. Nuevamente se procedió al reemplazo presidencial, siendo elegido presidente provisional el presidente de la Cámara de Diputados, Dip. Eduardo Camaño, quien convocó a una nueva Asamblea Legislativa, para el día 1° de Enero de 2002. Esa asamblea designó al Sen. Eduardo Duhalde como Presidente de la Nación, otorgándole la confianza para solucionar la crisis. Pocos días después el nuevo gobierno ponía fin a la Convertibilidad (Paridad entre el peso y el dólar, equivalentes en 1 ARS=1 USD), abriendo el largo camino para la solución del problema económico. No obstante, la tensión social de mantuvo y era perceptible en las calles, con numerosos piquetes en las calles. Para tener una idea, en Octubre de 2002, el 57,5% de la población era pobre.

La represión policial en los sucesos de Puente Pueyrredón (Avellaneda) durante el invierno de 2002 provocó que Duhalde convocase a elecciones adelantadas para el 27 de abril de 2003. En esas elecciones hubo multiplicidad de candidatos: el Partido Justicialista se fragmentó, presentando 3 candidaturas alternativas y disimiles entre sí: Carlos Menem, aliado a los liberales y conservadores, Néstor Kirchner, prácticamente desconocido y Adolfo Rodríguez Saá, ex presidente durante 7 días en 2001. Asimismo la Unión Cívica Radical tuvo 3 fórmulas presidenciales: Elisa Carrió (ARI), congregaba a radicales descontentos y progresistas de diversa extracción; Ricardo López Murphy, ex ministro de Economía durante De la Rúa (14 días) y Leopoldo Moreau, de línea tradicionalista radical, que obtuvo porcentajes despreciables.

Ninguno de los candidatos alcanzó el porcentaje requerido para proclamarse victorioso, pero por esas curiosidades de las sociedades, quien obtuvo la mayor cantidad de votos fue el ex presidente Carlos Menem, a quien amplias capas de la población sindicaban como el responsable de la prolongada crisis argentina. El porcentaje obtenido por Menem no evitaba que se enfrentase en Segunda Vuelta con quien le seguía en votos, Néstor Kirchner. Aunque ambos de extracción peronista, tenían proyectos políticos diferentes. Menem proponía un Estado Neoliberal y Kirchner una transformación gradual en Estado de Bienestar. La segunda vuelta jamás se realizó, pues Menem rehusó su participación debido a que, según las encuestas hubiera perdido por el 80% de los votos, dado el alto nivel de rechazo que provocaba.

Durante los siguientes meses de gobierno, Kirchner intentará reconstituir la autoridad presidencial, muy desprestigiada y corregir los desequilibrios económicos. El esquema partidario se comenzará a reorganizar en torno al gobierno y al posicionamiento que los partidos tienen respecto a él. Lo que sí es claro es que los partidos tradicionales no llegaban a cubrir las expectativas de la población: la UCR, que había ganado las presidenciales de 1999 en coalición, obtenía solamente un 2,34%, apenas un poco más que la coalición Izquierda Unida que agrupaba a partidos trotskistas, acostumbrados a ser testimoniales.

Aun hoy, aunque recuperado, el Partido Justicialista y la UCR, dominantes en la segunda mitad del siglo XX siguen fracturados. En las elecciones de este año, al menos 3 fórmulas están identificadas con el Peronismo, en sus diversas vertientes. Signos mayores de recuperación da la UCR, aunque no puede evitar la necesidad de concretar alianzas para poder gobernar. Al menos 2 fórmulas están identificadas con los clásicos votantes radicales. Lo que queda claro es que la magnitud de la crisis política de 2001 fue demasiado importante como para ignorarla y quizás sirva para ilustrar qué es lo que sucede cuando una sociedad no tiene alternativas para elegir y toda la clase política mantiene lo esencial, independientemente de su signo político. Hacen falta liderazgos que estén dispuestos a jugársela por la gente y por las demandas ciudadanas, independientemente de los poderosos a los que deban enfrentar.

1 comentario:

Ariel Cruz Pizarro dijo...

Eso es lo que tanto me intriga (y entretiene) de nuestras sociedades. A pesar de haber vivido coyunturas distintas, tenemos casi los mismos problemas en cuanto a representatividad política. Me pregunto si en otras partes pasa igual, porque al menos en España se ve algo así. Muchos saludos Guido, aprovecha tus vacaciones!