domingo, 5 de junio de 2011

Autoimagen de los argentinos (parte I)

Hoy quiero abocarme a analizar la percepción que los argentinos tenemos de nosotros mismos. Es difícil tratar de tocar un tema cómo este sin ponerse uno en el centro de la escena, porque no sólo plantearé la autoimagen que la sociedad argentina ha creado para sí, sino mi percepción subjetiva sobre los argentinos.

En primer lugar es preciso hacer la aclaración de que cuando hablamos de argentinos, hablamos de argentinos-porteños (oriundos de la Ciudad de Buenos Aires y su área circundante y de influencia) y no hablamos del cuyano, patagónico, del norte o del Chaco. No es porque yo quiera decirlo así, sino porque prefiero limitarme a lo que conozco y además, es justo decirlo, la mayoría de las personas tiende a identificar Argentino = Porteño.

La caracterización principal de lo que llamaré Autoimagen (la imagen de nosotros mismos) es que el Argentino es un ser vago, que no puede hacer nada bien, pícaro y por lo tanto, el hazmerreír del mundo civilizado. Suena duro, ¿no? Bueno, aunque esto sea así es la percepción que los argentinos tenemos de nosotros mismos. Pero realmente esto ¿coincide con la realidad? Certeramente, no.

El argentino tiende a ser una persona que no encaja donde está: se siente europeo en su génesis, por lo que no está cómodo en un vecindario de naciones inferiores como lo es América Latina…el tema es que cuando el argentino viaja a Europa, le recuerdan que él no es un europeo sino un latinoamericano. Ahí entra en conflicto la autoimagen. El argentino no tiene lugar físico donde aferrarse: es un europeo rechazado por Europa que no logra encontrar su lugar en América. Entonces, al no sentirnos “de acá”, comenzamos a hacer una sobrevaloración de todo lo que proviene de fuera. Por definición el argentino mira a Europa y Estados Unidos con admiración y aspira algún día a ser como ellos. En definitiva también lo que reside allí es una idealización de lo externo. Uno no puede decir que todo lo que viene desde fuera es mejor, ya sea desde un artefacto hasta la cultura; lo cual no quita que quizás en otros países haya buenas ideas o modelos que sea posible adaptar o transportar hacia nuestro país.

Desde hace muchos años, hay grandes intereses político-económicos en utilizar estas debilidades propias del argentino y maximizarlas para obtener una tajada más gorda. Un ejemplo clarísimo de esto fue el fomento de la desconfianza en la industria nacional realizado por una dictadura militar contradictoriamente presentada ante la sociedad como nacionalista. Un spot televisivo realizado en aquella época mostraba a un hombre sentándose en una silla de producción nacional que se desarmaba íntegramente, contrastando esta situación con la misma persona sentándose luego en una silla importada, que se destacaba por su solidez. Podrá ser algo ingenuo creer en esto, pero lo cierto es que detrás de esto hay un importante trasfondo ideológico para socavar la confianza de la sociedad en una de sus expresiones materiales: la producción industrial. De esta manera, el poder económico que llegó para quedarse con la dictadura, estaba interesado fuertemente en reducir la producción nacional, aumentar las importaciones y liberalizar el mercado, abandonando el paradigma keynesiano que el Estado argentino había sostenido con anterioridad aunque con matices durante los años anteriores.

Los valores que fueron instalándose con la dictadura, esto es, la pérdida de la autoconfianza, la pérdida de confianza en la movilidad social y el individualismo calaron hondo en la sociedad argentina y hasta el día de hoy no logramos deshacernos de ellos. Actualmente ha surgido una variante que es por demás interesante analizar en relación con lo planteado anteriormente.

Como ya es sabido, por este complejo europeo del Argentino (“Buenos Aires es la París del Plata”), tendemos a mirar a los demás sudamericanos con cierto desprecio. Nos creemos superiores a ellos. Nosotros estamos más cerca de Europa culturalmente. En los últimos años, atendiendo al gran desarrollo económico logrado por otras naciones latinoamericanas como Brasil o Chile, también se comenzó a compararnos desde los espacios de poder (medios y demás) con estos países, dejando en claro que ahora también ellos nos superaban a nosotros. Esto es aún peor para el argentino: ¿Cómo alguien que es inferior (llámese chileno, peruano, brasileño o uruguayo) va a superarnos en desarrollo económico a nosotros que somos los mejores? Esto finalmente es lo que se ha tratado de instalar desde ciertos medios de comunicación que responden a los sectores concentrados de la economía que intentan día a día construir una imagen de la población aumentando el espacio destinado a los aspectos negativos y omitiendo aquellas cosas de las que podríamos sentirnos orgullosos. Pero en definitiva, no hacen más que trabajar sobre algo que ya existía, por eso a veces se exagera cuando se dice que los medios crean la realidad: No la crean sino que operan sobre ella para distorsionarla en función de intereses económico políticos. En definitiva el discurso dominante de la opinión pública es que “los argentinos somos vagos” o “qué querés que hagamos, estamos en la Argentina” demuestran importantes cuotas de resignación social que frenan la posibilidad de transformar aquello que no nos gusta de nuestros países. Los pueblos desmoralizados no vencen y la resignación es nuestra enemiga más grande.

Este texto forma parte de una serie que iré entregando de a poco sobre cuestiones referidas a la autoimagen de los argentinos y el nacionalismo vistos desde una perspectiva actual.

1 comentario:

Ariel Cruz Pizarro dijo...

Ya quiero seguir leyendo las demás partes. Como te dije antes, con este tipo de situaciones más me convenzo de que Chile y Argentina, al menos en lo que refiere a sus ciudades capitales, constituyen sociedades muy parecidas.

Lo curioso y que no sé si se da en toda Latinoamérica, es esa visión de que lo Estadounidense y/o Europeo es mejor.

Y el broche de oro: "qué querés que hagamos, estamos en la Argentina"... es calcado al "Estamos en Chile, (¿qué más querías?)". Saludos Guido!